Nunca las despedidas duelen
tanto, creo yo, como esta. Cuando has entregado tu alma y has puesto en cada
detalle de cada día tu corazón... duele.
Te amé locamente, sin medida;
creo que olvidé quien era y quien dejaba de ser al aferrarme a este amor.
Durante cada sueño de amor,
en mi corta vida aún, no viví. Y creo que nunca fue suficiente decir y creer en
el amor. ¡Dolía! lo suponía.
— Y no
me equivoqué.
El amor duele, el amor mata,
el amor no conoce de sutilezas ni reconocimientos, el amor...
El amor, sólo te acaba.
Eso siento en este momento...
¡Dejé tanto por ti!
¿Y me sirvió de algo?
¡¡No, nunca!!
Tu amor nunca respondió a mi
sentir de hombre enamorado, no te calaron mis sueños escritos en papeles con
palabras que yo arrancaba de mi alma y te decía.
Hoy te vas, y tantas veces te
he retenido, pero hoy... en este día de absoluta soledad y tristeza que quema,
me doy cuenta que mis manos se abren poco a poco y se extienden, porque mi
corazón está arrugado del dolor, mi alma envejeció junto a ti... pero aún así,
con todo ello... ¡yo te amaba!
Y eras lo que más quería en
el mundo, como si fuera un sueño de navidad, un regalo de cumpleaños, una
serenata inolvidable, el eclipse que no ves..., como esas cosas que ocurren una
vez, o de repente, yo quería que te volvieses a quedar... ¡conmigo!
Y veo que emprendes la
partida con tu soberbia de siempre, con tu prepotencia de saberte amada y
profundamente querida. Con un desinterés que llena de lágrimas mis ojos...
sereno, sin un gesto de tristeza, sin una mirada de un porqué perdido, sin una
esperanza, me desprecias y tiras como cual papel.
¡¡Te vas!!
Pero hoy mi amor, me veo
distante y me siento por fuera como mi corazón se siente por dentro, te veo
irte y mis manos extendidas cada vez aprietan menos las tuyas, y empiezan a
abrirse para dejarte ir en paz porque...
¡¡¡ Te vas !!!
Domingo M.C.
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