El
cansancio asoma en mis párpados. Han sido noches muy agotadoras, negro cielo
que pretendía no dejar asomar al horizonte y así darle paso a la imponente luz
del sol.
Han sido meses y días
bastante difíciles, donde he puesto a prueba todo lo que he tenido frente a mí
para cumplir con los designios con procedencia divina. Pero ahí estuviste
presente, amor mío: fuiste aquel bálsamo que pedían mis heridas, el dulce canto
que me lleve a un sueño reparador.
Y en pleno silencio te
contemplo al frente mío, acariciando mi rostro y regalándome tu más hermosa
mirada de ternura y amor. Atónito quedo, con ganas inmensas de llorar de
alegría por estar a escasos centímetros de encadenarte a mi existencia, pero
tan sólo eres una ilusión que se desvanece y se resiste a abandonar en esa
solitaria habitación, para regalarme un corto momento de felicidad.
Es entonces cuando me veo
abrazándote en tu silencio, en el mío, reservándome ese derecho de poder
apegarte a mi cuerpo y sentir tu aroma, tu esencia, tu respirar prolongado y tu
pecho al cual sólo le delego amor y más amor.
Tú vales mucho, ¿lo sabías?
Ya debe ser de tu conocimiento que para mí lo eres todo. En cortas y sencillas
palabras eres lo que busco, lo que siempre estuve esperando desde que supe que
en el mundo había la necesidad de buscar aquel complemento que nos haga feliz.
Eres el complemento, la única
y perfecta pieza del rompecabezas de mi vida, el medallón que faltaba para
lograr el conjuro de amor y vivir en la más completa unión. Y ahora me veo
aquí: sentado en este pequeño escritorio escribiéndote corazonadas y
pensamientos dispersos que exigían compactarse en una carta, para que los
sentimientos se encaminen rumbo a tu interior y te den a conocer lo que siente
el mío, lo que en mí tú provocas con tan sólo imaginarte en cada momento de
soledad, de quietud, de tristezas y profunda nostalgia.
He aquí que te envío todo lo
que tengo en unas cuantas líneas, una nueva forma de ser desde que supe que
contigo ya no podía volver a recaer en aquel hoyo oscuro sin salida, en aquel
nudo amargo presente en la garganta cuando la impotencia por llorar por aquello
que no pudo ser te hace su presa.
Letras para ti, amor de mi
tiempo, dueña de estas líneas que ahora te delego. Escribiéndote, amándote y
recordándote una vez más estoy...
en pleno silencio.
Domingo M C
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