Una carta muy técnica para la mujer de mi vida.
Si no me
encuentras cuando busques las confesiones de tu soledad, puedes de puntillas,
desnudar los recuerdos.
Cuando
sostengas esta carta entre tus dedos -si tus ojos se prestan a inflamar mis
letras con la indulgencia de tu corazón- verás en ellas esa agenda que es el
alma donde sólo está escrito tu nombre.
Desde éste
edén de palabras y lozanos sentires, gracias a la mágica migración que soporta
un sello, irán igual de pegados mis latidos, los que fueron hechos para habitar
en la comisura de tus labios.
Quiero que
luzcas al leerme, como el verbo que posee un verso, como esa nacarada sonrisa
que moldea tus pómulos, o como ese timbal de reflejos que delinean la armoniosa
arquitectura de tus parpados...
Siento el
peso de mis pestañas quebrarse sirviendo de sepultura a estériles lágrimas, a
mi pecho disciplinado en dolor, y yo, convertido en otro donante del campo santo.
Ya te
extraño demasiado, los días se acumulan torpes, porque dejó mi calendario de
ser misericordioso y el tiempo ahora es un vivero de cipreses.
Quería
contarte, que ya se está vistiendo nuestra ventana de perfumes de azahares y
que no sólo voy a meter en esta carta mis sentimientos, si no toda una orquesta
sinfónica de te quiero y esa palabra que se estiliza, al sellar esta carta con
un te amo .
Hemos
construido con el orgullo de nuestras almas, esa presencia del amor, y por muchas
noches a solas que beba lágrimas, junto a la sombra de la tristeza, siempre
vivirás en mí.
Sólo tus
abrazos encharcan mis pulmones, aunque ahora de tu memoria no salga esa palabra
que dijiste cuando nos conocimos.
Hasta pronto
amor, que este nido de palabras sirva para acortar distancias, entre nuestro
amor y el futuro , mientras te leo este diario, con la historia de amor de
nuestras vidas.
Te quiero cielo.
Domingo Martin C.
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